Tal vez el Caballo de Troya fuera la primera obra de arte activista.
Basado por una parte en la subversión y, por otra, en la toma de poder,
el arte activista interviene tanto desde dentro como más allá de la fortaleza
sitiada en la alta cultura o “el mundo del arte”
Lucy Lippard
“Un día de tormenta […] me hallaba luchando contra el viento en la esquina de una calle, cuando de pronto dio vuelta a la esquina un hombre con tal precipitación que chocó violentamente conmigo. Antes de que pudiera reponerse del susto y murmurar unas palabras, consulté con gran afectación mi reloj y, como si hubiera preguntado la hora, dije cortésmente: “Son exactamente las dos menos diez minutos” (aunque la verdad es que eran casi las cuatro), y continué mi marcha. Tras haber caminado unos cuantos pasos, me volví y pude ver que todavía me seguía mirando, evidentemente confundido y extrañado por mi observación”[1]. Esta anécdota pertenece a Milton Erickson. Sobre ella asienta las bases de una de las teorías claves de la psicoterapia breve: la técnica de la confusión. Esta técnica tiene algo que ver con la desviación pero con una forma de la desviación sometida al poder de la incertidumbre. Lo que viene a decir Erickson —simplificando— es que tras una paralización inicial, todo estado de confusión provoca una reacción de búsqueda de causas o motivos que arrojen luz sobre la incertidumbre, así como sobre la sensación de inseguridad que ésta provoca. Es en ese estado de confusión donde proliferan, por ejemplo, los “lavados de cerebro”. Sigue leyendo